viernes, mayo 16, 2008

Diente blanco

Llevaba varios años pensando que ir al dentista era algo anti natura, que era cosa de vanidosos y muchas cosas más mientras tomaba vino a destajo.

Hace un tiempo me bajo lo artificial y vanidoso que llevamos todos dentro, primero fui a ver una muela que me dolía, pagando en total 55 mil pesos por la extracción y revisión de esta, y termine haciéndome un presupuesto por la jeta completa. Cuando lo vi dije, nunca pagare tanto dinero por alrededor de 27 dientes que me quedan sumando ambas mandíbulas, lo cierto es que los duros los puso mi madre y aquí estoy asistiendo sagradamente un par de veces a la semana al dentista o quitacaries como le quieran decir.

Esto de ir al dentista no es algo nuevo para mi, ya que desde muy niño fui a toda clase de dentista, usando frenos por mas de 5 años y a la vez odiando a cualquiera que tuviera un delantal blanco, me metiera las manos en la jeta y osara usar esa maquinita que suena como mini taladro y te pule los dientes. No era una cosa de miedo, era más bien algo de dignidad, no iba a aguantar que un extraño metiera la manos en mi bocota, me tuviera indefenso y quizás anestesiado para hacerme cosas que realidad después de muerto no valdrían.

Nunca olvidare aquella vez que visite a un dentista en plena plaza de egaña, y que para que estuviera un poco tranquilo me puso una mascarilla de la cual emana un gas dulce como el algodón de azúcar, pero que en cosa de minutos te tenia dormido soñando en quizás que cosas. A los minutos te despertaba diciéndote “ya estamos listos, adiós, nos vemos la próxima semana”. O como olvidar a Isabel Reyes que pese a mis constantes inasistencias me dejo la sonrisa pepsodent que todos soñamos, pero debo recordar que después de cada inasistencia me apretaba los frenos como si disfrutara de mi dolor y la inflamación de mis encías. Lo cierto es que han sido tantas las manos que se han metido en mi bocota, que es imposible recordar el nombre de los dentistas. Creo que entre dentistas y radiólogos han pasado más personas en mi boca que las primaveras que he vivido.

La ultima dentista además de dejarme bien aguonado con la anestesia y con cara de subnormal, ahora se le ocurrió darme antibióticos, ya van 3 días y tengo una sed que la ahogaría con el más rico de los alcoholes, pero le pregunte a una amiga doctora si es que podía beber el sagrado etil, y me dijo que por nada en el mundo. Acá me tienen sin poder dormir, listo para que me tomen una radiografía por la mañana y que por la tarde me hagan un tratamiento conducto, no se si por vanidoso o antinatura, lo cierto es que no se cuantas manos más se meterán en mi jeta….

No hay comentarios.: