Hay veces que por descuido uno pierde el contacto,
Hace años conocí a Raquel en su casa de Lima,
Me conto sus sueños de volver a Chile,
De volver y exponer sus pinturas,
De poder leerles sus versos a los mineros,
De visitar Iquique,
De encontrarse con su infancia,
Sus primeros aromas y paisajes,
Conversamos en medio de su casa,
Compartimos una taza de café,
Tazas pintadas de colores chillones,
En su soledad usaba cualquier pocillo para mezclar,
En su soledad soñaba a chile y agradecía la visita de un chileno,
Se emocionaba después a través de correos electrónicos,
Hoy le quise escribir un correo a Raquel,
Me estaba acordando de ella,
De su vitalidad juvenil cuando ya había pasado los 80,
Quizás esa vitalidad no tiene edad, creo que comentamos,
Pero ella dejo este mundo en octubre del año pasado,
Larga vida a Raquel en sus versos apátridas,
Larga vida a Raquel en sus colores chillones,
Larga vida a Raquel en el café servido en tazas con pintura,
Larga vida a Raquel en la memoria.
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