martes, septiembre 29, 2009

Domingos de resacas


Al abrir un ojo me comienza el dolor de cabeza, hace un calor sofocante, el sol salio hace varias horas. Miro a mi lado y la cama continua vacía al igual que hace más de 400 días. Me voy dando cuenta que deben ser las cuatro de la tarde, empiezo a decidir no ir a trabajar hasta que me doy cuenta que es domingo, todo gracias a una llamada de un familiar, la familia nunca llama en la semana. y no es que tengamos una mala relación, lo que pasa es que los domingos la gente tiene el tiempo necesario para expresar lo que es sabido. Me ducho, me corto las uñas en medio de los tiritones típicos de aquellos que amamos la noche, los burdeles y los romances de divisas. Me preparo a salir, sin antes coger una cerveza.
Una vez en la calle recuerdo como odio los domingos, camino por el parque y veo una pareja de jovenes besándose, no tienen más de 20 años. él no se da cuenta de lo que representa un hombre en una mujer, cuando se de cuenta ya estará casado, con tres criós y un sin número de problemas económicos. Ella por su parte aún no se entera de lo horrible que somos los hombres, de que con tal de conquistar a una mujer somos capaces de abandonar todo, y eso no lo hacemos soló una vez en la vida.
Sigo caminando y leyendo un libro de Auster me doy cuenta de lo errados que hemos estado desde siempre en pensar que un paraguas roto se va a llamar igual que un paraguas nuevo. Para comprender aún más lo anterior ingreso a un bar y pido una cerveza, me la tomo y dejo caer el vaso al suelo, el hombre de la barra me increpa enfadado:
-se ha dado cuenta usted de lo que ha hecho- indicando el vaso-debe pagar ese vaso.
-yo no pagare por esa basura, pagare mi cerveza y mi acto- le digo en tono ilustrativo. el hombre lógicamente no me entiende y decido seguir mi camino. Estoy seguro que ese hombre nunca entenderá lo sensatamente propuesto. Recorriendo los mismos caminos de siempre, cada vez más triste al notar que nadie entiende lo que nos esta pasando, yo estaba bien pero el mundo en su conjunto estábamos pésimo. A eso de las ocho ingreso nuevamente en el burdel de siempre y solicito hablar con yesenia, y le explique que nacíamos y moríamos a cada segundo, que nuestra vida estaba destinada a cambiar a cada instante y que nunca nosotros seriamos lo que fuimos. Ella pensó que quería atenderme gratis y solicito al caficho que me retirara del lugar un domingo más de aquel templo. Ya son las diez y estoy nuevamente acostado, me doy cuenta que todo y nada ha cambiado, la resaca de mañana sera la misma que la del ultimo lunes, y yo seguiré bebiendo cerveza para apagar el incendio que llevo dentro.

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